Todos conocemos la ley de Murphy sobre las colas de los supermercados:
"No importa a qué caja te cambies, irá más rápido la que dejaste."
Y entonces después ves yéndose a la señora que estaba atrás tuyo antes.
Y decís, qué <adjetivo descalificativo a elección> !
En la vida es peor. Vos tomás un camino, y después no podés ver que hubiese pasado en el otro. Y te quedás imaginando y simulando todos los casos posibles, después adivinando cuál sería.
Por ejemplo, vos tenés una novia. La querés mucho a tu novia, pero pasado un tiempo de relación, te empezás a preguntar si no podría existir algo mejor. Entonces ves la cola de otra chica, y decís quizás esto es mejor. Y entonces das mil vueltas entre una y otra en tu cabeza hasta que decidís dejar a tu novia y cambiarla por la otra mejor. Estás contento, pero al poco tiempo te empezás a preguntar... "uy! y si hubiera seguido con <fulanita>?"
Entonces, luego de meses de crear ilusiones sobre lo que podría haber sido si no hubieses cambiado nada, te das cuenta de que querés eso. Entonces intentás volver con la original. Y hay dos posibilidades. O ella te sigue queriendo a pesar de que arruinaste una hermosa relación cuyo futuro nunca podrá ser igual a lo que hubiera sucedido si no lo hubieras hecho, o ella te corta el rostro. Y en ninguna de las dos sucede después lo que creías que podría haber sucedido si originalmente no hubieses cambiado nada.
Otro ejemplo es el caso de los tratamientos. Te engripás. ¿Quién no se engripa? Entonces vas al médico y el médico te dice: "Diga Ahhh! ... ... tosa ... ... respire por la boca profundo ... ... Tome estas pastillas, y estas pociones. Le va a hacer efecto en tres días. Pero va a empezar a mejorar ni bien empiece."
Entonces, vos te tomás las pastillas, y las pociones, pasan tres días y no se te pasa. Entonces pensás en volver al médico. Pero te decís, si el tratamiento del médico no funcionó, tendría que ir a otro médico. Y entonces vas a otro médico, y el médico te pregunta: "¿Qué anda pasando?", y vos le decís "creo que tengo gripe, me arde la frente y me chorrean los mocos.", entonces te mirotea un poco y te receta otro tratamiento. Pero nunca le dijiste que estuviste tomando las otras cosas, y cuando te despertás al día siguiente de haber empezado el nuevo tratamiento tenés ronchas por todos lados.
Y quién no conoce el famoso "costo de oportunidad", de los negocios. Tenés diez pesos, y decís "lo invierto en una lata de atún", esperando que el atún suba, y al día siguiente ves la misma lata a cinco pesos. Y para colmo, ya no tenés los diez pesos para aprovechar ahora esa terrible oferta. Aunque en este caso si se puede ver lo que habría pasado.
De cualquier manera, mi punto es que los cambios son peligrosos. Y hay mucha gente que termina teniéndoles miedo. Y quizás esté bien que teman.
J.-
jueves, 2 de febrero de 2012
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